Campera de cuero roja, anteojos
de sol y una pose de galán inquebrantable, Sergio Maravilla Martínez tiene tal
seguridad sobre sí mismo que nadie podría pensar que, minutos después, la
timidez lo invadiría por completo. Con Pablo Sarmiento, su entrenador, a un
lado, se encuentra frente al público con el que se siente más cómodo: la
prensa. El púgil comparte la mesa y la ocasión con Martin Murray, el
retador contra el que peleará el 27 de abril, y varios funcionarios nacionales.
La presentación de la pelea con la que pondrá en juego su título mundial de la
CMB no lo atemoriza. Pero alguien irrumpe la cronología de la conferencia y le
descoloca su sonrisa.
-Pensábamos hacerlo después -dice Horacio Cabak, el
presentador del evento- pero es mejor ahora. ‘Maravilla’ va a dar unas palabras
acerca de un acto a beneficio que hizo con mucho amor.
Con voz
trémula e inquietante, Maravilla mira el centro del salón, se levanta de su
silla e intenta esbozar unas palabras. No puede. Finalmente se repone, divisa a
los integrantes del grupo Luna Nueva, apunta al frente, a los flashes de las
cámaras, e intenta componer una oración coherente de una idea de la que parece
estar muy seguro.
-Les
voy a hablar de una enfermedad muy puta -dice Martínez. Pensaba hacerlo detrás de cámara, pero los
que saben me insistieron en que lo haga de manera pública. Para que los demás
puedan copiar esta acción.
Meses
atrás, a Martínez le llegó un video en el que un grupo de mujeres con cáncer
cuentan su historia de vida. Emocionado con la situación, decidió colaborar
económicamente para ayudar con sus comedores y tratamientos. Para este momento,
muchas ya murieron.
Entre
analogías pugilísticas de autorreferencia, el boxeador intenta dar lecciones de
vida. “En el último round de la pelea con Chavez Jr. (N. del A: Fue en
septiembre y Martínez ganó) caí bien caído. Pero me levanté y seguí luchando
durante el último minuto y medio”, -dice-, “a veces ese minuto y medio valen
toda una vida, por eso no hay que aflojar nunca.”
En
representación de la fundación, Verónica Escobar, de más de 50 años, sube al
escenario para recibir un cheque simbólico por 250 mil pesos. Lo abraza a
Sergio como si se aferrara a una última cura. Lo besa, le da las gracias, y
vuelve a su asiento. “Ahora sí, vamos a dar comienzo a las preguntas de los
periodistas”, anuncia Cabak.
La habitación se llena rápidamente
de murmullos. Tantos que la mujer pasa al olvido en instantes. Ubicada atrás en
la audiencia, más cerca de los camarógrafos y de los baños que del escenario
principal, ella seca con el puño derecho las lágrimas, se apoya en sus dos
compañeras y a una le susurra al oído: “Ahora sí estamos a un paso más cerca de
ganarle a esta puta enfermedad”.
Mirá vos, había visto en la tele parte de la conferencia pero de esto ni idea.
ResponderEliminarMe alegra poder leerte querido, acá Martelotti. Y felicitaciones a ambos por el egreso ;) Un abrazo y felicidades estos días. Te agrego, papá.
Gracias, Daro querido. A mí también, de veras. ¿Cómo anda todo? ¿Vas a seguir con la UBA?
ResponderEliminarYo también, averiguo cómo hacerlo y te agrego. Otra cosita, ¡muy bueno el de la púa de Mollo! ¿Tuvo que ver con el último teatro del 2 0 no?