Años atrás supo ser guitarrista de MIck Jagger y un blusero reconocido en los suburbios de Chicago. Desencantado de la música y la política, en 2009 dejó su vida pasada y mudó sus pertenencias a Buenos Aires, Argentina, donde descubrió una nueva filosofía de vida y reavivó viejas pasiones.
Jimmy Rip mueve su cuerpo como si fuera un forajido. Uno como el que interpretó
Clint Eastwood en Unforgiven, un hombre que debe volver a la acción impulsado
por fuerzas mayores. Pero esto tampoco significa que, en su exilio, no haya
extrañado las viejas andanzas. Jeans y anteojos oscuros, zapatillas Converse,
remera de Harley Davidson negra y un sombrero del mismo color con un billete de
dos pesos, lo resaltan entre los demás peatones del barrio de Boedo. “¿Para qué
será la plata del sombrero?”, pregunta Anabella, la fotógrafa. Él, entre
simpático y misterioso, insinúa una respuesta, pero tampoco pretende dejarla
del todo clara.
Jimmy vive en Argentina hace tres años, en Las Cañitas,
no muy lejos del piso que tiene su amigo Juanse (Sebastián Gutierrez, ex
Ratones Paranoícos) en Barrancas de Belgrano. Antes de emigrar hacia América
del Sur, el guitarrista habitaba una –según él- casa gigante en Los Ángeles,
donde pasaba la mayor parte de su tiempo. Aburrido, encontró la salvación de la
mano de un argentino, que lo contactó vía Facebook y le prometió hospedaje,
fechas programadas y una banda lista. La jugada le salió bien: encontró un país
adicto a The Rolling Stones, al blues y al Rock N’ Roll. Además, retomó el amor
por la música y lanzó su segundo disco solista llamado “Jimmy Rip and the
Trip”, en el que el estadounidense reunió a los últimos héroes del rock
barrial: Andrés Ciro Martínez, Facundo Soto y a los Ratones Paranoícos, en lo
que es su última grabación en estudio “Yo también”.
Sin embargo, la vida artística de Rip estuvo
caracterizada por las constantes idas y vueltas. Veinte años atrás supo ser el
guitarrista y letrista de Mick Jagger en Wandering Spirit, el único disco que
el Stone lanzó durante la década del noventa. En 1997, a dos meses de lanzar su
primer disco solista “Way past blue”, el sello The house of blues quebró y
Jimmy perdió el interés por grabar sus propias canciones. Por esos años también
empezó a experimentar los primeros viajes hacia la Argentina.
Jimmy apoya su cuerpo sobre el sillón, y con movimientos
delicados toma lo que resta de agua mineral. En comparación a los productores
exitosos, o los que al menos creen serlo, asombra ver el tamaño de su celular.
-¿Qué es eso?
Mi viejo Blackberry. Es increíble que aún funcione. Creo
que no lo hacen desde hace cinco o seis años. Veo todos los iPhones y Galaxys
nuevos que la gente se compra y pienso que son fantásticos pero cuando analizo
que valen cuatro mil pesos descarto la idea al instante. Lo uso para revisar
mails, hacer llamadas y mandar mensajes. ¿Qué más necesito?
-Prejuzgo que no eras así en los Estados Unidos.
-La única manera en que puedo responderte es que cuando
vivía en esos lugares respondía a la última moda. Pero al venir a la Argentina
me enseñó mucho acerca de no gastar demasiado. Digamos, Estados Unidos es un
lugar en el que se gasta demasiado; tienen tanto que no aprecian lo que en
verdad tienen y están muy contentos con tirar las cosas cuando aún se pueden
usar. Y eso también se puede aplicar para las personas. No es frecuente ver en
Nueva York a un músico exitoso que sea mayor de 30 o 40. Al menos que hayan
tenido un éxito cuando eran jóvenes; me sorprendió que en Argentina el buen
trato que hay para los músicos de otras épocas como Charly (García) o Juanse
(Paranoíco).
-¿Por qué el público no le da la importancia que merece a
figuras como Nick Cave, Lou Reed o Bob Dylan?
-No la que merecen. No son tan importantes como Justin
Bieber. Y no es que él no sea tan importante: es increíble, es música pop bien
hecha, los discos están grabados de una manera excelente y he visto shows con
grandes performances, pero tendría que haber un espacio para él y otro para los
artistas más viejos. Los Estados Unidos están cubiertos de música pop, hip hop
y country, lo que les sigue dando una buena cantidad de dinero a los
productores.
-Por ejemplo, Taylor Swift…
-Claro, es gigante. Ella es considerada una artista
country cuando en realidad es puramente pop. Hay muy buenos artistas de
country. Ellos se llenan de dinero porque su público es mayoritariamente
cristiano: son las únicas personas que no bajan canciones gratis de Internet,
no piratean. Los cristianos son gente de una moral tan alta que nunca pensarían
en piratear o robar siquiera una sola canción. Claro que van a pagar por ello.
Entiendo que es la ley que rige por estos tiempos pero odio que descarguen
ilegalmente. Personalmente, compro todas las canciones vía iTunes.
-¿Seguís comprando discos físicos?
-No compro porque los paso a la computadora y, ¿qué hago
después? En Los Ángeles tengo un
depósito con cuatro mil o cinco mil discos que no voy a volver a usar de vuelta
porque ya los tengo todos conmigo todo el tiempo.
-¿Qué fue lo que cambió específicamente tu mente en
Argentina?
-Nada en especial. Lo que ocurre es que tengo muchos
amigos acá y veo como cuidan sus pertenencias y las hacen durar un montón de
tiempo. Aprecio eso y me llena el alma. Claro que hay un porcentaje de personas
que siempre tienen lo nuevo; por otro lado, están los que no pueden porque no
pueden pagar sus costos tan altos. Las cosas suben y bajan en el país pero es
una lección que yo necesitaba aprender y por suerte lo hice.
-Parecés estar al tanto de las noticias del país…
-Claro que sí. Toqué con el vicepresidente (Amado)
Boudou…
-¿Dónde?
-En un tributo a Pappo, en Tecnópolis, el año pasado.
-¿Y qué pudiste hablar con él?
-Cosas muy escuetas, acerca de la música en general. Y
pasó algo muy gracioso algunos meses después. El mismo fin de semana en el que
yo tocaba en Santa Clara del Mar, él estaba en Mar del Plata en una reunión con
varios gobernadores del país, y el organizador de mi show lo había invitado. Un
día después, cuando un periodista le preguntó si había podido atender todos los
asuntos mientras estaba en la costa, lo único que Boudou dijo fue ‘Sí, pero me
arrepiento no haber podido ir a ver el show de Jimmy Rip’. Entiendo que sea una
figura controversial hoy en día, pero fue un lindo momento tocar la guitarra
junto a él. Parece una buena persona.
-¿Estás más cercano a este gobierno o a la oposición?
-No estoy ni cerca de establecer una opinión acerca de
eso. Soy un simple visitante, no un ciudadano de este país. Escuché historias
de los dos lados, y ambas son muy apasionadas como para poder emitir una
opinión sin un valor ético.
-Obama anunció que no va a cerrar la cárcel de
Guantánamo. ¿Apoyás a su gobierno?
-No, no lo voté en ninguna de las dos elecciones. En los
Estados Unidos no es obligatorio votar y, después de los dos gobiernos de
George W. Bush no creo que hubieran elecciones justas. Creí que no votar sería
un doble golpe contra la gente mala.
-Perdiste la fe en la política…
-Hace tiempo, al igual que muchos estadounidenses. Creo
que no importa demasiado en este tiempo; soy de pensar mucho en que las
conspiraciones son reales. Me parece que un presidente no es el que controla el
país, sino que hay algo más importante detrás.
-Si aún conservas ese espíritu joven que piensa que se
puede cambiar el mundo. ¿De qué manera crees que lo harías?
-Los Aliens del espacio podrían hacerlo.
-Hablemos un poco de tu nuevo disco. “No entiendo, lo
siento”, abre tu nueva placa. Una canción electrónica, con tintes funk, muy
distante de “Playin Hookey”, un blues clásico. ¿Por qué lo elegiste así?
-Verás, la cosa es compleja. El primer disco lo lancé en
1996 bajo el sello The House of Blues y le iba muy bien en el ambiente
especializado. Dos meses después colapsó. Entonces, decepcionado, decidí que
iba a volver a Nueva York para conocer a los nuevos músicos y producir a los
mejores artistas que encontrara. Pero seguí escribiendo y siempre que tenía un
tiempo extra grababa para mí. Diez años después, tenía un montón de canciones y
se la mostraba a mis amigos. “Estás loco, ¿por qué no la grabás?”, me decían.
Junté fuerzas y elegí las mejores quince para armar una grabación, sólo para
mostrar qué andaba haciendo. Nada glamoroso. De repente, en 2008, empecé a
venir seguido a la Argentina. En California estaba muy aburrido. Tenía una
linda casa en las montañas, en la que pasaba más tiempo del que quería, y una
vida social nula: allá, la noche termina a las 2. La gente la sigue en sus
casas, pero no es lo mismo. Hasta la llegada de Juliani y Bloomberg (Rudy y
Michael, ex y actual Alcalde), en Nueva York había muchos after hours en los
que uno se podía quedar hasta la madrugada cualquier día de la semana. Y en
Argentina me encontré con un lugar como en los viejos tiempos: locales abiertos
hasta tarde, rock n’ roll por todos lados y un público que aprecia el buen
blues. Todo esto me motivó nuevamente a volver a tocar. Entonces pensé: ‘¿Por
qué no dejar atrás todas esas composiciones viejas?’. Encontré una banda que
suena realmente bien y con ella me predispuse a escribir canciones inspiradas
por mi experiencia en el país. Por eso,
“No entiendo, lo siento”, es inspirada en estos tres años de vivencia en el
país. Mientras que Playin’ Hookey tiene alrededor de quince años, y estaba
terminada sin la incorporación de Andrés (Ciro), incluso. Ésa es una de las que
me pedía el público.
-También, de esta manera, pareciera que intentás poner
como antagonistas a dos estilos diferentes: lo nuevo y lo viejo.
-No exactamente. Me aburre esa decisión de separar la
música por categorías. Siempre traté de estar en ninguna. Toqué en el primer
disco de Mariah Carey, por ejemplo, y después toqué buen Rock N’ Roll con Mick
Jagger. Y luego con Rod Stewart para dos de sus tres American Songbooks.
Siempre cambio. Para mí eso es lo que lo hace interesante, no importa el estilo
mientras que sea bueno.
-En tu disco también tenés la última participación de los
Ratones Paranoícos como grupo.
-Me alegra que el público pueda recordar eso. Escribí esa
canción después de mi primera visita al país en 1997, cuando Juanse me invitó
para tocar en su disco Expresso Bongo, en un teatro por Cabildo y Monroe que no
está más. Entonces cuando vine en 2009, reconecté con Juanse y empecé a tocar
con los Ratones nuevamente. El primer show fue con Kiss en el estadio de River
Plate, así que ellos querían que produjera su próximo disco. Una lástima que
después empezaran a tener problemas: no de manera humana, sino en cómo los
manejaban desde arriba. Un fucking quilombo. En el medio escribí “Yo también”,
que hubiera sido un buen single para ellos. La letra original era muy al estilo
Ramones, muy estúpida, simple. “Eh, vamos de joda”, “Tomemos vino en la playa
hasta el amanecer”, muy de ese estilo. Tiempo después le di la canción a Juanse
y le pedí que cambie la letra. La devolución fue monstruosa. Sus letras eran
muy tristes: “Si cuando te despertás a la mañana, ves que tu barrio es una
mierda. ¿Es eso lo que ves? ¡Yo también!”. Entonces yo reescribí mi parte e
intenté que no todo sea tan negativo, sino una mezcla de luz y oscuridad. Para
el final del verano de 2011 los pude meter
en el Estudio Panda y la hicimos en un par de horas.
-¿Esos ya eran tiempos difíciles para los Ratones?
-No, empezaron inmediatamente después de eso. Tal vez
haya sido mi culpa… pero no lo creo (risas). No me gusta hablar de sus vidas
privadas.
-Una lástima…
-La verdad que sí porque me hubiera encantado poder
grabar y producir un nuevo disco con ellos. El tiempo que pasamos juntos fue
realmente mágico.
-¿Crees que haya una banda argentina que pueda
reemplazarlos?
-Seguro. Creo que cuando algo es grandioso, es grandioso.
Nadie podría comparar a Picasso con Usher porque ambos son fantásticos. Los
Ratones son fantásticos, ya sea con el Zorrito o con Pablo. En este país aman
tanto a The Rolling Stones que siempre va a haber una banda que quiera imitarlos.
-Para la historia: también podes decir que reuniste a los
últimos héroes del rock chabón, ¿sos consciente de eso?
-Una de las mejores cosas que me pudieron pasar desde que
llegué al país es que todos esos tipos quisieran conocerme. Y mejor aún, tocar.
Ciro, Juanse, Facundo Soto de Guasones. A muchos de ellos los conocí a través
de Alvaro Villagra, el ingeniero de sonido que trabajó con Pappo, entre otros.
A otro que intenté tener es a Charly (García), pero no es tan fácil conectar
con él. Cada vez que nos encontramos en un lugar charlamos de cosas muy
divertidas, y llega un punto en que nos comprometemos: “Está bien, a las cinco
en el estudio”. Pero esas cosas no suceden tan fácilmente (risas). Luis Alberto
Spinetta iba a estar supuestamente en el disco pero bueno, pasó lo inesperado.
Veníamos hablando meses sobre esto; yo moría de ganas y él también. “¿Qué te
parece la próxima semana?”, le decía yo. “Uy, voy a estar en Los Ángeles”,
contestaba él, y así un centenar de veces. Seis meses después llamó para contarme
la noticia terrible que le habían dado los doctores. Me lastimó muchísimo.
Igualmente estoy contento de que en el disco esté Valentino, su hijo, que es
igual a él: un gran, gran tipo. Expira la misma energía, al igual que Dante.
Estas fueron sólo algunas de las personas que conocí en este tiempo, y tengo
que agradecerle a Mick Jagger, creo (risas). Ya pasaron veinte años desde que
grabé Wandering Spirit (1993) con él, y la gente me sigue recordando como “el
guitarrista de Mick Jagger”.
-¿Te molesta que la gente te pregunte acerca de él?
-No me causa ningún problema. Depende mucho del tipo de
preguntas que sean: si van a ser específicas sobre las canciones o algún show
voy a estar contento de responder, pero si dicen “¿tienes algún recuerdo en
especial de tus días con Jagger?”, no. Eso no.
Jimmy posa de manera gentil para algunas fotos. Va a ser
el único momento en que deje el sombrero a un lado y permita ver sus ojos
celestes. “Oh, es muy linda. Mi novia me molesta con que no sonrío demasiado,
se la pienso mostrar”, cuenta. Pero rápidamente vuelve a su personaje de
fugitivo. Aploma el sombrero, toma sus lentes y cruza nuevamente los brazos.
-¿Para qué son esos dos pesos que llevas en el sombrero?
-Una ofrenda para los aliens del espacio. Espero que no
me lleven.
Publicada en Revista El Bondi
Fotos: Anabella Reggiani (www.anabellareggiani.com.ar)
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