domingo, 28 de julio de 2013

Superman Troglio: Sobrio a las piñas

Hace dos años que el ex baterista de Sumo está exiliado del rock. Cansado de las presiones de la noche, dejó un disco inédito con su última banda y huyó a las sierras cordobesas para combatir las mil voces que tenía adentro. Cuenta los entretelones del show en River sin Luca Prodan, en 2007, y coquetea con un nuevo regreso, a 26 años de la muerte de su líder.


Por Francisco Andrés Anselmi

Austero, tímido y de hablar entrecortado, Alberto “Superman” Troglio abre, con la tranquilidad de un pueblerino, la tranquera del terreno donde vive. Hace dos años dejó la vida de ciudad y empezó a construir la casa, aún sin terminar, en la que convive con sus padres en Casa Grande, Córdoba. Lo único que distingue a su hogar de los demás es el cartel de madera (“En tiempo y forma”) sobre el dintel de la puerta que da a una calle de tierra.
—Disculpame que estoy sucio, pero estoy terminando una parrilla que le prometí a mi vieja hace tiempo —dice Troglio, mientras acaricia a sus dos perros que trajo desde Buenos Aires.
Lleva puesto un pulóver gris, pantalón de jean y unas zapatillas deportivas ideales para salir a correr. 
A los 55 años, el ex baterista de Sumo dice estar exiliado del rock, tras su último proyecto Nerone.
—Aprendí a batallar con los tres o cuatro Troglio que llevaba adentro.

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Superman Troglio dedicó los últimos 41 años de su vida a tocar rock and roll. Debutó en un estudio de grabación con DIVIDIDOS POR LA FELICIDAD, el primer disco de Sumo, y siguió con LLEGANDO LOS MONOS, de 1986, y AFTER CHABON, de 1987. Cuando el grupo se separó, después de la muerte de Luca Prodan en diciembre de 1987, integró la primera formación de Divididos. Hasta que la dupla Mollo-Arnedo optó finalmente por Gustavo Collado, ex baterista de La Sobrecarga; un músico que, casualmente, portaba un estilo bastante parecido. A finales de 1989, Alberto se sentó en la batería de Las Pelotas y tocó las canciones de CORDEROS EN LA NOCHE, lanzado en 1991. Pero en la banda de Sokol y Daffunchio tampoco duró demasiado.
—Yo estaba casado y buscaba algo más formal. Un proyecto a futuro. Pero era complicado llevarlo a Sokol —dice Troglio—. Aunque  después con el tiempo me arrepentí.
En 1993, fundó el grupo de reggae y ska Club Gong, con el que lanzó, dos años después, un disco homónimo. En esos años, también giró con Los Auténticos Decadentes por toda Latinoamérica, en el marco de la gira presentación de FIESTA MONSTRUO. de ahí en adelante, salvo por esporádicas colaboraciones con amigos, se dedicó a dar clases de batería. El nuevo siglo lo encontró como fundador de Buda y Nerone, las últimas dos bandas en las que tocó antes de mudarse a Córdoba.

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Casa Grande es una localidad de menos de mil habitantes, a 75 kilómetros de Córdoba Capital. Es distinguida por sus paisajes serranos y la asidua cantidad de turistas que llegan durante la temporada de verano. Entre las atracciones turísticas más influyentes se destacan el zoológico Tatú Carreta y la Cascada de los Tres Saltos. Pero “Superman” no está acá para ver cómo se aglomeran las personas.
A finales de 2010, la familia Troglio vendió la casa que tenían en Buenos Aires para impulsar el proyecto del hijo menor.
—Quería venir solo, pero como a mis viejos siempre les gustó Córdoba, los traje para que pasaran sus últimos años acá.
Cuando llegó a Córdoba, la idea de Troglio era hacer una casa de madera, como una cabaña. Pero los costos empezaron a ahogarlo. Entonces eligió el concreto y terminó construyendo el frente y los interiores con bloques de cemento que él mismo colocó.
El hogar es modesto pero acogedor. Afuera, en la entrada, tiene un porché chico –como los que se ven en muchas películas estadounidenses- con una mesa y dos sillas plásticas blancas con el logo de una marca de cerveza.
 —Este lugar es Ideal para sentarse a tomar algunas frescas durante las noches de verano —dice el ex baterista de Sumo.
Adentro, parece la vivienda de un jubilado. El comedor, que comparte espacio con la cocina, no tiene demasiada luz y hay una radio que sintoniza AM provincial durante la mayor parte del día. Lo más tecnológico es un televisor LCD de 32 pulgadas, ubicado en una mesa baja, en el que Troglio dice que sólo mira algunos documentales del canal Encuentro. De las novedades del espectáculo se entera por su padre, Ángel, que mira los programas de chimentos. También hay estantes, libreros, alacenas, mesas. Todos los muebles son de madera. Los adornos que resaltan en la cocina son varios platos de cerámica que están colgados en la pared. Cuando tenía 14 años, Superman trabajó con distintos alfareros y aprendió el arte de moldear objetos de barro o arcilla.
—Cuando termine la casa me voy a poner las pilas para armar mi propio taller de alfarería ahí atrás —dice mientras ceba un mate amargo y señala la parte de atrás del terreno.
A unos metros, apoyada en la mesada de mármol, la mamá, Lidia Esther García, escucha atenta la conversación.
—Sobrio a las piñas es una buena frase para definir mi situación —dice Troglio.

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Superman Troglio duerme en una habitación ubicada en el fondo de su casa. Un dormitorio con un placard gigante, una cama de una plaza y un equipo de música de los noventa, que duerme sobre un estante flotante. Ahí reposan también libros de trenes, historia y algunas novelas. Apoyada contra una pared, hay otra cama sin colchón que Troglio tiene preparada para cuando viene de visita su novia Marianela, profesora de piano, veintidós años menor, desde Capilla del Monte.
Troglio no tiene computadora, por eso su cuenta de mail la maneja un amigo.
—Si fuera por mí, chequearía los mails cada año y medio.
Lo que sí revisa seguido es su Facebook —“Alberto Troglio”—. Y aunque no le gusta responder los mensajes que le envían, los fans de Sumo lo agregan como “amigo” para escribirle cosas en su muro.
La batería, el instrumento con el que se consagró tocando en Sumo (alguna vez el cantante Luca Prodan dijo que Troglio era el mejor baterista de reggae del mundo), no tiene lugar en su hogar. Está guardada en la casa del Gaita, un vecino con el que, junto a un guitarrista, hacen música experimental.
—No tenemos cantante y no nos importa: hacemos música para divertirnos.
Troglio es aficionado a los trenes. Hace pocos meses compró seis números atrasados de la revista especializada Todo Trenes. Detrás de la casa tiene una zorra sobre una mini vía de Cauville, un tipo de vagón que los mineros usaban a principios del siglo XIX para transportar materiales y minerales, y que a Troglio le encanta exhibir.
Para hablar con los amigos que están lejos, tiene un teléfono celular a tarjeta. Sus conocidos dicen que lo cambia seguido, y no por modelos más nuevos, si no porque los pierde o los rompe. En los últimos tiempos, la llegada constante de nuevos vecinos a la Villa Panamericana, el barrio donde vive, lo tiene inquieto y a mal traer.
—Si fuera por mí y tuviera guita, me iría a vivir al medio de la montaña.

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Cuando tenía doce años, el pequeño Alberto Troglio codiciaba la batería de su hermano mayor, Néstor. Y por la tarde esperaba a que a su hermano se vaya al colegio para entrar de manera furtiva a la habitación y tocar toda la tarde. En aquel tiempo, admiraba la rudeza con la que tocaban Javier Martínez y Black Amaya, en los parches de La Pesada del Rock and Roll. Pero cuando dejaba las altas pulsaciones a un lado, el menor de los Troglio intentaba imitar a Gene Krupa, su ídolo de la infancia, un baterista estadounidense de jazz que poco tiene que ver con su formación. El apodo de “Superman” se lo ganó cuando era más pequeño y jugaba con dos amigos a los superhéroes por las calles de San Andrés, provincia de Buenos Aires.
                                      
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La noche, uno de los aliados inevitables del rock, lo terminó de aislar de la música. Con Nerone, su último proyecto antes de exiliarse en Córdoba, Troglio dice que se cansó de remar sin tener un resultado.
—Un proyecto serio toma cinco años para salir a flote. Y yo no estaba dispuesto a hacer ese esfuerzo. El agotamiento de tocar todos los fines de semana a esta edad se nota. No es lo mismo cuando no tenés plata y vos mismo tenés que armar y desarmar tu instrumento a las cinco de la mañana.
Con Nerone, Troglio grabó un disco aún inédito. Para poder hacerlo le pidió prestado el estudio a Los Auténticos Decadentes. La mezcla se hizo en Panda y la masterización estuvo a cargo del reconocido ingeniero de sonido Mario Breuer.
—Los últimos cartuchos los había gastado en Buda.
Buda fue un power trío que tuvo su pico de popularidad en 2004 cuando editaron su disco debut —y despedida— titulado PORNO. En aquel tiempo, el grupo llegó a convocar a quinientas personas en Cemento. Pero después de la tragedia del boliche de Cromagnon, la situación se complicó. Al verse imposibilitados a conseguir espacios para tocar en Capital Federal, el grupo empezó a viajar a lo largo y ancho del país. Y el desgaste los terminó por separar a finales de 2006. 
—¿Por qué te fuiste de la ciudad?
—Fue algo global. No sólo el agotamiento. Necesitaba escaparme de un montón de cosas, de mucha gente horrible que no está bien. No es que eran malos, pero estaban en la misma que estábamos todos. Y así pasan los años, y uno nunca va a salir de eso. Igual, lo que tiró más fue que siempre me gustó Córdoba, como si en otra vida hubiera nacido acá. Recuerdo una visita en especial que fue clave. Estábamos con un amigo en el medio de la montaña, y él con su Google Maps chequeaba para ver donde estaban los ríos. Y en un momento le clavé la mirada a las piedras y a los helechos, y parecía como si habláramos de verdad. Les dije: “Ya voy a venir, ya voy a venir”. Estar acá, y eso que dos años no es tanto, te lleva a ver las cosas con más distancia y prudencia. La última vez que fui a Buenos Aires me bajé en la 9 de julio, miré el Obelisco y a las dos horas me quería volver.

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—Llegaron en la peor semana. En esta época de febrero siempre hace mucho frío —dice el padre, Ángel Troglio, un hombre de unos ochenta años, mientras camina por el living de la casa.
Lidia, su mujer, aprovecha cada instante en que Alberto va al baño para deshacerse en elogios con su hijo.
—Así como lo ven, él es muy habilidoso. Ádemás de la construcción, se encargó de las conexiones eléctricas y de conectar los caños de agua. No sé qué haríamos sin él.

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La imagen más fuerte que tiene Troglio del regreso de Sumo, en 2007, es la de ver a un grupo de adolescentes que lloraban abrazados entre el público. Veinte años después de la muerte de Luca Prodan.
En la primera fecha del Quilmes Rock de ese año, Las Pelotas y Divididos cerraron la noche ante 55 mil personas. Para cuando le tocó finalizar el set a la banda de Ricardo Mollo, el bajista Diego Arnedo amagó con el riff de Nextweek. “¿Puede ser una vez más?”, reclamó el guitarrista, y después agregó: “Trajimos a un baterista escocés para que nos dé una mano”.  Los seis integrantes de Sumo, junto a Alejandro Sokol - estuvo tras los parches en la formación que grabó CORPIÑOS EN LA MADRUGADA- en la voz, hicieron tres clásicos: “Crua Chan”, “Divididos por la felicidad” y ´”Debedé”.
—¿Por qué aceptaron volver?
—Germán (Daffunchio), (Roberto) Pettinato y yo siempre fuimos la viuda de Sumo; nunca tuvimos problema de volver a juntarnos. Pero el tema eran Ricardo y Diego. Arnedo había dicho que él no estaba de acuerdo, pero que no iba a ser un palo en la rueda en caso de que los demás quieran. Me acuerdo que esa vez me enojé con él y le dije: “Vos no sos un palo en la rueda, sos un durmiente de ferrocarril”. A la larga, accedimos todos y subimos. Fue increíble. Ese reencuentro estuvo buenísimo para que los pibes que no pudieron ver a la banda pudieran apreciar la potencia que teníamos. Después de eso, hubo una propuesta concreta para hacer tres o cuatro River, pero también daban vueltas ciertos empresarios que no nos gustaban nada. Entonces Mollo dijo: “El día que lo hagamos va a ser por decisión nuestra. No porque (Roberto) Costa —dueño de la productora y el sello discográfico Pop Art—, o (Daniel) Grinbank —ex dueño de la FM Rock and Pop y ex manager de Sumo— decidan”. Igualmente, no sé qué tan nuestra es la elección si los que deciden son Diego o Ricardo. No tienen razón, ni están equivocados. Que Luca no esté más es una cagada, porque no se puede cambiar y sería todo distinto. Pero podríamos hacernos un homenaje a nosotros mismos. No podemos evitar ser Sumos.
Mollo dijo en varias oportunidades que Sumo fue como una gran escuela de maestros. Sin embargo, a vos nunca se te notó tan entusiasmado.
Es que a él le quedó como una cuestión de abandono por parte de Luca. Yo al tano lo veía como a un hermano mayor; es más, nunca tuve historia con el tema del alcohol. Como que lo entendí y también maduré lo que iba a pasar. No me hice mayor problema. Claro, tuve el duelo de perder un compañero de batalla. Encima, en la última época, empezamos a ganar guita. Era todo muy confuso. Pero la realidad es que lo veía como a un integrante más, no como a un Dios.
—Pudiste superar el duelo...
—Cada uno lo vivió diferente. Por ejemplo, Pettinato sufrió la pérdida del grupo, al igual que yo. A mí lo que más me afectó fue la pérdida de Sumo, esa banda con la que nos subíamos a hinchar las pelotas al escenario. Todo no pasaba por Luca. En la revista Pelo, la tapa decía “nota a Sumo” y aparecía Luca. Es lógico como si dijera “nota a Los Piojos”, y aparece Andrés Ciro. Es lo que vende. Pero la banda realmente éramos todos.
—Parece que no quedaste conforme con el reconocimiento que tuvieron ustedes con Sumo.                                   
—Es que creo que la gente se da cuenta que Luca no hubiera sido nadie sin nosotros. Un día lo encaró a Diego y le dijo: “Sin mí, ustedes hubieran sido Yes”. Y él, que es un perro de pocas pulgas y jodido cuando lo arrinconas, le retrucó: “Y vos hubieras sido Luca Prodan, nada más”. Las casualidades de la vida nos llevaron a encontrarnos con Diego y Germán. Si alguna vez pasa, me gustaría que nos juntemos a tocar de vuelta. Éramos el núcleo creador de la banda. Después estaba el otro entorno que eran Pettinato y Ricardo.
—¿Por qué esa diferencia tan marcada?
—Porque Ricardo no se acoplaba a las zapadas con nosotros. Con Diego siempre tuve una conexión muy buena. Si yo hacía una base disquera, él le metía esos bajos que sólo él puede hacer, mientras yo le cambiaba algo como para cambiar de género y salir de las convenciones. Germán lo mismo. Tal vez ahora no tanto porque cambió su manera de componer. Si nos juntáramos los tres podríamos llegar a ser una potencia musical interesante. Y más para el vacío que hay en el rock nacional de ahora. Parece que es el mismo que hubo antes de que apareciera Sumo; después de la dictadura, no había bandas buenas. A veces pensamos con Germán de tomar cartas en el asunto, ir a Mina Clavero, al Nono, donde él vive. En cualquier momento me tomo un micro y me voy a la casa a visitarlo. Pero falta Diego, que es como una pieza de ajedrez importante: la torre, o el alfil. Con él éramos como hermanos de la vida, teníamos charlas memorables. Una de las últimas veces que nos vimos, me dijo con su mano clásica al mentón: “Troglio, qué quilombo que hicimos, eh”. El tipo te puede definir cualquier situación con dos o tres palabras.
—¿Sumo se podría volver a juntar?
—Podría ser que sí, como no. Si lo hacemos, quisiera que sea para mostrar lo que es una verdadera banda. Creo que sigo con la misma polenta, el mismo cerebro creador de aquella época. Y los demás también. Si hacemos “Mejor no hablar de ciertas cosas”, por ejemplo, estaría bueno interpretar nuevas versiones. Que Luca no esté es una desgracia, pero podrían cantar Ricardo o Pettinato. Como dice Germán: “Por los pibes que no conocieron a Sumo.”
Troglio dice que planea seguir en movimiento. Solventa sus gastos mediante la venta de artesanías y algunas clases de batería. Además, de vez en cuando, da talleres especiales para grupos de varios alumnos.  Cuando termine de construir la casa de sus papás tiene pensado mudarse junto a su novia Mariela a Capilla del Monte –a 110 km de Córdoba capital-, un pueblo muy chico donde no hay agua ni electricidad.
—Es una mujer especial que me terminó enseñando más que ninguna en toda mi vida —dice Troglio de su novia, reclinado, en el patio de su casa, sobre un árbol al que no le falta mucho para caerse—. Tal vez sea porque solucioné problemas míos y ahora valoro a la gente mediante otras condiciones. Antes lo hacía superficialmente, pero hay algo más allá de lo físico. No termina todo ahí. Hay un trasfondo que no tiene fin. Todo eso te lo enseñan los años, la vida, pegarte contra la pared. Como dice Divididos: “Sobrio a las piñas”. Es un término que podés aplicar a cualquier aspecto de la vida. “So-brio a las pi-ñas”. O sea, las cosas se dejan de hacer de un día para el otro. Los cambios son repentinos. Claro, mientras lo hagas a tiempo. Como hice yo. 

*Publicada en Revista Mavirock número 25. 

11 comentarios:

  1. Brillante, una charla que transporta

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  2. Hace un mes vi a Divididos en vivo. Anoche vi a Las Pelotas. Todo en Santa Fe. A Peti se lo puede ver por los medios pero... y Troglio donde anda? Llegué a este reportaje: Excelente. Felicitaciones al periodista y la emoción de saber sobre "Superman" que ahora vive en las sierras...

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  3. Increible nota , Gran músico el power de sumo sin lugar a dudas

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  4. gran nota, te felicito, muy transparente Alberto, se explaya muy bien en su maduración personal y musical

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  5. Francisco, muy buena la nota. ¿Hay alguna forma de contactarte? Saludos desde Mendoza.

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  6. Muy linda charla, felicitaciones.

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  7. hola estoy por viajar a cordoba estaria bueno conocer a superman hay manera de contactarlo o saber si esta ahi todavia dejo mi mail jgsumazo61@gmail.com

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  8. MUY BUEN NOTA!!! Impecable, felicitaciones.

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